El virtuoso
vive ajeno a la sociedad de consumo, pasa el día con aire, agua y alimentos adscritos a la
dieta mediterránea, no tiene excesos, ni
pecados a los que aplicar tasas, su colaboración con el erario público es la
básica, pero las cuentas públicas se equilibran con la aportación que hacemos los
“normales”,
los no virtuosos, por ser autorizados a trasgredir normas de salud y de civismo
(tabaco, alcoholes, excesos de velocidad, etc.…)
¡Qué sería de las
cuentas públicas sin la aportación “voluntaria” de los no virtuosos!
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